Evangelio del día (domingo 30 de Agosto de 2020)

 Evangelio según San Mateo:

Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes, y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino de los hombres".
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porqué el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras."
Palabra de Dios (Mt. 16, 21-27)

San Mateo nos cuenta

"Desde aquel día", es aquel en que Jesús pregunta a sus discípulos, que piensan sobre él. Es Pedro quien responde "Tú eres el Hijo de Dios vivo", y después de consagrarlo como la piedra sobre la que edificará su Iglesia, les pide que no revelen esto a los demás. Empieza, pues, a partir de aquí, a prepararlos para el Camino hacia Monte Calvario, hacia la crucifixión que le espera padecer a causa de la ambición y el pecado humano; no obstante, les deja en claro, que la Victoria será de Dios y se realizará en su Resurrección.
Pero Pedro, movido por el temor y un sincero amor por el Maestro, a solas, trata de alejar de su Señor ese terrible desenlace: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Es entonces cuando Jesús le hace ver que sus palabras, aunque sinceras, no vienen de Dios, sino de su criterio humano, de esa torpeza humana que nos aferra a las cosas mundanas y nos alejan de la gracia de Dios, 
Así, se dirige al resto de sus discípulos para hacerles comprender que el Camino que esta comenzando, es un camino difícil, porque es un Camino hacia la Vida que debe atravesar la muerte...

Jesús nos dice hoy

El Camino de Jesús es un camino hacia Monte Calvario, un camino hacia la muerte de nuestras mezquindades y bajezas; un camino de dolor, si, porque renunciar a nuestras comodidades implica dolor. Esa es la "cruz" con la que cargamos: esa eterna tentación a hacer lo que nos conviene, lo que nos resulta fácil, seguro, en lugar de actuar responsablemente, haciendo lo que es debido, lo que traerá el bien común y no solo, nuestro placer perenne. Y, en seguida pensamos: "Dios no lo permita, eso no sucederá" Pero sucede; no porque Dios quiera "mártires"; es la mezquindad del hombre la que produce "mártires"; esa mezquindad que se enfrenta a la Misericordia Divina, la desafía, la cuestiona, la niega, la desmiente con falsos argumentos, incluso en "el Nombre de Dios" para conservar sus privilegios y lentamente, va cubriendo de muerte todo a su paso. 
La crucifixión de Jesús fue producto de la corrupción de los gobernantes de su tiempo, cobardes que no estaban dispuestos a perder los privilegios que le ofrecía su puesto de poder, para conformar una sociedad justa, honesta, donde todos tuvieran los mismos derechos y obligaciones; no estaban dispuestos a enfrentar al poderoso Imperio Romano, al que odiaban, en los términos que les proponía Jesús: la misericordia de Dios, que es Padre de judíos y romanos por igual, que a todos recibe con el mismo Amor y a todos les da la misma Justicia. No. Un juicio dibujado, con testigos falsos y jueces corruptos, entrega a Jesús en manos de los romanos para ser ejecutado, acusado de hacer precisamente lo que buscan que Jesús hiciera y que él se niega a hacer: llevar a todo el pueblo judío a una guerra brutal contra Roma, mientras ellos esperaban seguros, el triunfo de su "mesías" que volvería a darle más poder para seguir oprimiendo al pueblo. Jesús podría haberse desdicho, llegar a un acuerdo que lo librase de la crucifixión, pero eso, implicaba no solo traicionar a Dios, a sus discípulos; también era una traición a sí mismo, a todo lo que creía, a todo lo que había construido a lo largo de su vida. No quiere la Cruz, simplemente, hace lo que es debido, con Dios, con los que ama, aunque esa fidelidad al Padre, lo lleve a la peor de las muerte. Porque tiene la plena convicción de que esa es la verdadera Vida, la verdadera Dignidad, la verdadera Victoria...
La historia no cambio mucho; casi que pareciera que aquel sacrificio de Jesús fue en vano. Seguimos sumergidos en sociedades corruptas, dividas por gobiernos corruptos. Seguimos enfrentando a diario la injusticia de una justicia ausente, indolente al dolor de las víctimas. Seguimos buscando, esperando, confiando en falsos "mesías" que con sus mentiras y promesas, lo único que pretenden es asegurar su impunidad. Nos enfrentamos, discutimos, insultamos, cavando una grieta infinita, que nos aleja unos de los otros, olvidando que Dios es Padre de todos y cada uno por igual, sin tener en cuenta nuestro credo, raza, condición social o ideología política. Nos "quedamos en casa" obedientes, callados, temerosos, por temor al virus que mata el cuerpo, abriéndole la puerta al mal que mata el alma; y lo hacemos para solidarizarnos con las  víctimas de la pandemia, por los médicos que luchan para combatirla, "en el Nombre de Dios"... Como Pedro, nos decimos: "Dios no lo permita, eso no sucederá". Pero sucede. Y nos enfrenta a tomar una decisión: ser fieles a los oscuros intereses de este mundo, conservando nuestros privilegios, nuestra aparente calma, o ser fieles a Dios, a los que amamos, a lo que creemos, a nosotros mismos, al Reino que buscamos construir en medio de nuestra sociedad y aceptar nuestra cruz. 
Seguir a Jesús es andar hacia Monte Calvario, con la plena certeza de que esa Cruz que nos espera es la verdadera Vida, la verdadera Dignidad, la verdadera Victoria que Dios nos regaló por toda la Eternidad.


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