Evangelio del día (domingo 9 de agosto de 2020)

 Evangelio según San Mateo

En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a a otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma" dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua" "Ven" le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero a ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, grito: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios"
Palabra de Dios (Mt. 14, 22-33)

Nos cuenta San Mateo

El domingo pasado, el Evangelio de San Mateo, nos presenta a Jesús postergando su deseo de estar a solas en oración para cuidar de la multitud que, al saber de su presencia, acude a buscarlo. Los sana, los escucha, les enseña, los alimenta.
Tras el milagro de la multiplicación de los panes, este domingo, San Mateo nos muestra a Jesús despidiendo a la multitud, mientras manda a sus discípulos que se adelanten en la barca hasta la otra orilla. Luego, se retira a orar y, ya entrada la madrugada, estando la barca lejos de la costa, enfrenta la tempestad para ir al encuentro de sus discípulos, caminando sobre el mar. Al verlo llegar, lo creen un fantasma, pero al oír su voz, lo reconocen y se serenan. Entonces, es Pedro el que, tomando la iniciativa, le pide a Jesús que le permita ir hacía él, caminando sobre las aguas. Jesús accede, pero la violencia del viento lo atemoriza y le pide socorro. Jesús, sin demora, lo sostiene y le cuestiona: ¿por qué dudaste? Juntos llegan a la barca y el viento se calma...
Nuevamente, Mateo se detiene en este Jesús que cuida de su pueblo, que llega a él atravesando tempestades, caminando sobre el mar, un Jesús que nada lo detiene, capas de lo imposible a la hora de ir tras los que ama. Y en Pedro, impulsivo, apasionado, dispuesto siempre en ir hacia Jesús, sin medir nada porque confía en el Hijo de Dios, en su Poder. No, es de Jesús de quien duda Pedro. Ante el temor, acude a él, seguro de que no lo va a abandonar, de que puede socorrerlo. Es de sí mismo de quien duda, de su debilidad frente a la tempestad, olvidando que Jesús nunca le pediría algo que no fuese capas de afrontar; olvida que Jesús confía en él...

Jesús nos dice hoy

En este tiempo de incertidumbre y tempestades, Jesús está presente cuidándonos; llega a nosotros, en nuestra madrugada, atravesando lo imposible, y su voz nos serena y convoca. Nos impulsa a ir hacía él, hacía los demás, atravesando lo imposible. Pero, frente a lo violento, a lo duro del tiempo que vivimos, a esta enfermedad que llega silenciosa, dejando muerte a su paso, dudamos, nos encontramos frente a nuestra debilidad, a nuestra pobreza, y dudamos. Clamamos a Jesús y él no tarda en sostenernos, en decirnos: "¿Por qué dudas, hombre, mujer de poca fe? Si yo confío en vos, ¿por que dudas?..."
Nada va a detener al Dios de lo imposible, a la hora de llegar junto a nosotros. Nada va a impedir que su Mano nos sostenga, nos cuide, nos acaricie, nos provea el alimento, la fuerza necesaria para enfrentar lo que sea. Él es el deseo que acude a nuestro corazón de ir hacía lo profundo de la noche, atravesando tempestades, hasta aquel que espera en la orilla de la vida una oportunidad, una mano amiga, una palabra que le acaricie el alma.
Jesús confía en vos, confía en tu vocación, en tu corazón, en esa pasión por el Evangelio, que te hace saltar de la barca y caminar sobre la mar. Confía en vos. No dudes, porque cuanto más violento sea el viento, más fuerte habrá de sostenerte su Mano, y lo sabes; siempre respondió pronto a tu clamor, siempre estuvo, siempre está. Te eligió para atravesar lo imposible juntos; y al llegar juntos, el viento se calmara; en tu voz, en tu mirada, en tu abrazo, todos lo reconocerán y ya no habrá temor, ni fantasmas. Y todos proclamaran el infinito Amor del Hijo de Dios, derramado entre nosotros.


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