Evangelio del día (Domingo 15 de noviembre de 2020)

 Evangelio según San Mateo:

El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otro dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor." Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado" "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor."
Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!". Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque al que tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes."
Palabra de Dios. Mt. 25, 14-30

Nos cuenta San Mateo

En este último conjunto de parábolas, San Mateo reseña todas las enseñanzas de Jesús sobre el final de los tiempos y el regreso del Señor. Un regreso que será festejo, pero también una "rendición de cuentas". Dios viene a todos, envía a todos, elige a todos, pero nuestra actitud hacia ese acercamiento y llamado de Jesús, será lo que determine nuestro destino final. Jesús, a través de estas parábolas simples, nos quiere hacer entender que nuestros actos tendrán una consecuencia y, que si bien el llamado es gratuito, la respuesta que demos a ese llamado tendrá un costo, que es en definitiva, el que nosotros decidamos. Y, esa decisión, es absolutamente libre e intransferible a nadie más...

Nos dice Jesús

La vida que nos da Dios, es esos "talentos" que nos confía, a cada uno, "según su capacidad". Y muchas veces, hacemos ese "pozo" en donde enterramos nuestro talento, creyendo que siendo "buena persona", rezando un Rosario y asistiendo a misa, estamos a salvo. Nos parece que demanda un gran "riesgo" vivir el Evangelio, más allá de lo ritual, que el ser laico nos condiciona para llevar adelante una vida consagrada, que es algo para los "santos" o los "clérigos", o simplemente creemos que una profunda consagración implica actos heroicos, grandes sacrificios o el martirio; lo cierto es que el santoral, consta de muchos mártires y la historia de muchísimos más aún cuyo nombres nunca sabremos, pero también consta de hombres y mujeres sencillos que, sin grandes osadías, con gestos muy pequeños y cotidianos, salvaron cientos de vidas... y las siguen salvando hoy día.
Porque en definitiva, los "otros cinco talentos" que le devuelve el servidor a su señor, son la vidas de los hermanos que trajo a los pies de Jesús, con amor, con generosidad, con perdón, con misericordia. Dios pone en el mundo nuestra vida, para que sea bendición de otras vidas, para que sea luz, para que traiga paz, alegría a los demás; y, para hacer feliz a alguien, no se necesita más "hazaña" que dar amor. Una verdadera consagración se vive en lo cotidiano, en la familia, en el trabajo, en la parada del colectivo. Es estar atento al que sufre, al que necesita un consejo, una voz de aliento; es perdonar las ofensas, es compartir lo que tenemos sin reservas, es estar siempre dispuesto a buscar una solución, un encuentro. Tan cálida y generosa debe ser nuestra presencia para los demás, que les llame la atención, les de deseos de saber más de ese "Dios" que habita en nosotros y quieran que también habite en ellos.
Y, cuantos más acerquemos a Jesús, más vidas nos confiará él; porque esa es en definitiva, la razón de nuestra existencia, la existencia de cada uno de nuestros hermanos. Pero, encerrado en tu casa, con tu rosario, seguro, preservado del mundo, no solo habrás perdido un alma que esperaba encontrarse con el misterio redentor de Jesús, también habrás perdido tu propia alma, tu propia existencia y te habrás alejado de Dios. 
En este año tan difícil que nos tocó vivir, cuando todo decía que debíamos "quedarnos en casa" para protegernos del virus, para ponernos a salvo, descubrimos que fue justo al revés cuando salvamos nuestras vidas, cada vez que vencimos los temores y fuimos al encuentro de los hermanos que precisaban nuestra ayuda; descubrimos que teníamos mucho para compartir, una valentía inquebrantable para superar lo que nos atravesaba, y que aún sin misas, ni Eucaristía, la presencia de Dios en medio nuestro es incondicional, poderosamente amorosa. Por eso, no entierres tu "talento"; arriésgalo confiado en que dará gran ganancia, porque tu Dios es el Dios que hace posible, lo imposible.


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