Así como la lluvia y la nieve
descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado
la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra
que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.
Palabra de Dios
(Is. 55, 10-11)
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