Miércoles de Ceniza 2021

 Evangelio según San Mateo:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya rienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.  Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Palabra de Dios (Mt. 6, 1-6. 16-18)

Cuaresma:

Con el Miércoles de Ceniza comienza el tiempo de la Cuaresma, un tiempo de encuentro con Jesús en lo secreto de nuestro corazón. Y, todo encuentro con Jesús es un encuentro con nuestros hermanos; en su voz, nos habla Dios, en sus miradas nos mira, en el abrazo, nos encuentra, en el compartir, se reparte a todos y en el andar, nos reúne en su Reino. 
Es un tiempo de ahondar en lo profundo de nuestro ser, para que el Espíritu Santo nos ilumine, nos nutra con su presencia y nos transforme, en lo secreto. Y esa transformación se vuelva camino de encuentro entre hermanos, en lo cotidiano, en la construcción del Reino, en nuestra pascua. 
No se precisan grandes ritualidades ni sacrificios, solo la predisposición del corazón a la escucha de Dios, una entrega sincera a la Voluntad del Padre, la docilidad al Espíritu que nos guía en el día a día. 
Es un tiempo de oración donde más que "pedir", nos predisponemos a "escuchar" al Señor. 
Es el tiempo de fortalecernos en el amor de Jesús, para acompañar a nuestros hermanos con su cruz; y haciéndoles más liviana su carga, se aligera la nuestra, la de nuestra cruz, esa que todos llevamos con nosotros. En definitiva, el encuentro con el otro, es la recompensa de amor que nos entrega Jesús, derramándose en la Cruz.


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