Evangelio del día (domingo 4 de julio de 2021)

 Evangelio según San Macos:

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan  por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí, entre nosotros?" Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.
Palabra de Dios. Marcos 6, 1-6


¿De dónde saca todo esto?

Este pasaje de San Marcos nos muestra como las personas del pueblo donde Jesús había crecido, dudaban y murmuraban, preguntándose como el simple carpintero, hijo de su vecina María, tenía esa sabiduría en sus palabras y podía, ahora, realizar esos grandes milagros que se comentaban en toda la región. ¡Cómo!
Puede asombrarnos que quienes parecen más cercanos a Jesús, dudasen, sin embargo, muchas veces la cotidianidad con las personas nos hacen no valorar todo el talento y la capacidad que que tienen. Las vemos a diario, convivimos con ellos y son tan "comunes" a nuestras vidas que se vuelven "comunes", sin nada que nos llame la atención, ¿qué podría darnos de nuevo, de maravilloso, alguien que está siempre ahí? Y, peor aún, cuando algo las hace sobresalir, nos enoja, porque la atención de todos se dirige a ellos y nos olvida a nosotros, sin darnos cuenta que también nosotros tenemos mucho que dar y lo hemos olvidado. 
No sólo es algo que hacemos con nuestros hermanos, también con Jesús. Nos "acostumbramos" a nuestra religión. Estamos tan acostumbrados a ir a misa, rezar, leer el Evangelio, que vamos perdiendo esa capacidad de dejarnos transformar por Jesús, ¿qué milagro podría suceder? Dios está ahí, en el cielo, en algún lugar, pero yo tengo que trabajar, estudiar, hacer mi vida; si me enfermo, voy al médico y si el diagnóstico es duro, ¿qué podría hacer Dios? Es verdad, que la Biblia dice, pero eso fue hace mucho, la realidad... La realidad es que Jesús sigue siendo el mismo, ayer, hoy y ¡siempre! 
Volver a dejarnos enamorar por Jesús, confiarnos a él, a sus amorosas manos, buscar su Presencia  viva y activa en cada momento de nuestra vida, es el camino de la fe. La fe que nos harán vívidos los milagros con los que a diario convivimos, que nos cuidan y guían; no se trata de no ir al médico, sino de seguir el tratamiento con la certeza de que Dios está obrando en él, para ayudarnos a superar la enfermedad. Se trata de vivir cada día, poniéndolo en las manos de Jesús, para que él nos transforme, nos haga salir airosos de todos los obstáculos que se presenten; tener la fe de que él lo hará, a través de nuestros hermanos, de ese que menos pensamos, y agradecerlo. Y, también estar dispuesto, atento a todo lo que el Espíritu hará a través nuestro, para bendecir a los demás. 

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