Evangelio del día. (Domingo 5 de septiembre de 2021)

Evangelio según San Marcos:

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacía el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efratá" que significa, "Abrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Palabra de Dios. Marcos 7, 31-37



Llenos de admiración, los discípulos de Jesús, comienzan a proclamar las maravillas de las que están siendo testigos. El, sabiendo bien el escándalo que esto producirá entre las autoridades religiosas, cerrados en sus costumbres, tradiciones e hipocresías, pide prudencia, sin embargo, la emoción de haber descubierto a Jesús en sus vidas, los hace gritar al mundo la felicidad que sienten.
Es muy difícil callar las maravillas que Dios obra a diario en nuestra vida; uno nunca termina de admirarse, de sorprenderse, de emocionarse frente a la presencia viva de Jesús, que obra nuestro bien, aún en los más adversos momentos. Y, precisamente en nuestras angustias y debilidades, es cuando se hace más presente, más vivo, más poderoso.
Jesús nunca deja de maravillarnos; tampoco deja nunca de escandalizar a los soberbios de este mundo. Entre nuestros amigos y familiares, y aún dentro de nuestra misma Iglesia, Jesús es motivo de felicidad, pero también de escandalo, de cuestionamientos, de persecución, de burla. La sabiduría de Dios es insensatez para este mundo (1Corintios 3, 19), mundo que no puede creer en milagros, en plenitud de vida, que anda a tientas entre sus miserias.



Los que hemos visto y vivido las maravillas de Dios, sabemos que nada es imposible, que todo lo dispone para nuestro bien y caminamos felices, confiados que él va con nosotros, ganando en todas nuestras batallas, dándonos su amor. Vivimos confiados sabiendo que él todo lo hace bien ¡siempre!

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