Evangelio del día (Domingo 10 de octubre de 2021)

 Evangelio según San Marcos:

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" Jesús le dijo:"¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor, y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!" Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?" Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora en este mundo, recibirá el ciento por uno en casa, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna".
Palabra de Dios. Marcos 10, 17-30


El Reino de Dios

Muchas veces hemos escuchado a nuestros vecinos o amigos, e incluso a nosotros mismos, decir: "Soy buena persona, no robo, no mato; trato de ayudar a todos los que puedo; cuido y respeto a mis padres, a mi familia... " Y pareciera que con esto fuera suficiente para ser parte del Reino que nos trae Jesús. Cierto es que es importante y nos acerca a Dios; cuando aquel hombre pregunta que debe hacer para alcanzar la Vida eterna, Jesús le responde precisamente esto mismo: "conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre responde que ha obrado así desde su juventud; Jesús lo mira con amor, y responde: "Ve, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres. Después, ven y sígueme". 
Esto deja perplejos a sus discípulos: ¿Quién podrá salvarse?
Pero lo que Jesús se plantea no es "¡Qué difícil será salvarse!", sino "¡Qué difícil es entrar en Reino de Dios!". 

¿Quiénes nos enseña la Iglesia que serán "salvos"? Cuando hablamos de la Vida eterna después de la muerte, la Iglesia nos enseña que estarán en la presencia de Dios todos aquellos que hayan sido bautizados en el catolicismo y hayan vivido una vida de fe, haciendo el bien; aquellos que hayan profesado otros cultos cristianos y hayan obrado el bien, según su conciencia y su fe; todos los que pertenezcan a otros credos o creencias y que también según su fe y conciencia hayan hecho el bien; finalmente, serán salvos todos aquellos que no tengan ningún credo, pero hayan obrado con justicia según su conciencia. Como se ve, la justicia y el bien común es la condición fundamental para alcanzar la salvación, aún más allá de nuestra religión. 
Entonces, ¿por qué Jesús dice "qué difícil es entrar en el Reino de Dios"? Sencillamente por que el Reino de Dios es mucho más que simplemente "obrar con justicia". "Buenas personas", hay en todo culto, raza, condición social y cultura. Todo ser humano nace con una conciencia que le permite distinguir entre lo bueno y lo malo, y la libertad de elegir que camino seguir. Todo pueblo tiene una legislación que regula las acciones humanas dentro de su sociedad, para que se rija con justicia. Pero no todos encuentran el Reino de Dios.
El Reino de Dios lo trajo Jesús y está entre nosotros, en medio de este mundo, en esta vida. Es una transformación del Espíritu Santo en nuestro ser que nos hace nueva creatura, y nos lleva ver y sentir como ve y siente Jesús. 
Pablo lo dice en su carta a los corintios: "Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retine. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar las montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada". (1Cor. 13, 1-3)
El Reino de Dios es el Reino del Amor. El amor a todos los seres humanos, a toda la creación; el amor de Dios en nosotros derramándose en todos, en todas partes siempre. Amar como nos amó Jesús en la Cruz, como nos pidió que nos amemos los unos a los otros. ¿Te acordás? "En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn. 13, 35)
En el amor que nos tengamos los unos a los otros, el Reino de Dios se hará presente, vivo, fuerte en medio de este mundo; muchos lo verán y se harán parte de él. Y entonces el mundo sabrá que somos UNO en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 



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