Evangelio y Lecturas del día, domingo 20 de febrero 2022

 El amor cristiano

Primera Lectura

Lectura del Primer Libro de Samuel

Entonces Saúl bajó al desierto de Zif con tres mil hombres, lo más selecto de Israel, para buscar a David en el desierto. 
David y Abisai, llegaron de noche, mientras Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento. Su lanza estaba clavada en tierra, a su cabecera, y Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él.
Abisai dijo a David: "Dios ha puesto a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con la lanza, de una sola vez; no tendré que repetir el golpe". Pero David replicó a Abisai: "¡No, no lo  mates! ¿Quién podría atentar impunemente contra el ungido del Señor?" 
David tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, ni se despertó nadie, porque estaban todos dormidos: un profundo sueño, enviado por el Señor, había caído sobre ellos.
Luego David cruzó al otro lado y se puso en la cima del monte, a lo lejos, de manera que había un gran espacio entre ellos. Y empezó a gritar a la tropa y a Abner, hijo de Ner: "Abner, ¿vas a responderme?" Abner respondió: "¿Quién eres tú, que gritas al rey?"
David respondió diciendo: "¡Aquí está la lanza del rey! Que cruce uno de los muchachos y la recoja. El Señor pagará a cada uno según su justicia y su lealtad. Porque hoy el Señor te entregó en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor"

Palabra de Dios. I Samuel 26, 2. 7-9. 12-14. 22-23


Salmo responsorial

R: Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre.

Bendice al Señor, alma mía, 
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R/

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y ternura. R/

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas. R/

Cuanto dista el Oriente del Occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos, 
así es cariñoso el Señor con sus fieles. R/


Segunda Lectura

Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los cristianos de Corito

Esto es lo que dice la Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida. Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después. El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales, como el celestial. De la misma manera en que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la del hombre celestial.

Palabra de Dios, I Cor. 15, 45-49

Evangelio según San Lucas

Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen?  Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso también lo hacen los pecadores. Y si prestan a aquellos de los que esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con la que ustedes midan también se usará para ustedes.

Palabra de Dios. Lucas 6, 27-38


Transformar el mal en bendición

Amar a nuestro enemigo parece imposible... Y lo es. Los sentimientos no son algo que uno pueda decidir sentir o no, surgen desde nuestro interior y, en ocasiones, sin que exista un motivo que podamos encontrar. Alguien que nos hostiga, nos daña profundamente, nos maltrata, no despierta en nosotros amor y Dios no está tampoco del lado del perverso. Creer que Dios ama a todos por igual o que lo perdona todo siempre, es un error. El infierno existe y nos prueba que Dios no ha perdonado. Amar a nuestro enemigo tiene por lo tanto otro significado. Y en el primer relato de las lecturas empieza a hacerse luz el Evangelio que nos propone Jesús hoy. 
Saúl es ungido rey de Israel por el profeta Samuel a pedido de Dios. En el comienzo de su reinado es un soberano justo y temeroso del Señor; luego, al adquirir más poder político, su ambición y ego lo llevan a convertirse en un tirano, al igual que los demás monarcas de su tiempo. Es por esto, que el Señor comienza a fijar su mirada en David y envía a Samuel para que lo unja rey en secreto, cuando aún era un muchacho. No infringe daño alguno sobre Saúl; su ambición desmedida y su corazón endurecido poco a poco lo conducen a su propia desgracia. Los malvados no precisan el "castigo" de Dios, porque su maldad es su mayor castigo. 
David llega finalmente a palacio, al servicio de Saúl para aliviar con su música el tormento del monarca. La victoria frente a Goliat, su fe inquebrantable, su nobleza y valentía, rápidamente le otorga entre su pueblo respeto y afecto. Saúl ve derrumbarse su autoridad; teme que David quiera tomar el trono con una revuelta; se sabe solo en su poder. David es amado; Saúl temido. Y así, comienza a perseguirlo, combatirlo, desprestigiarlo. David responde a esto con justicia, rectamente; lo enfrenta, se defiende, pero siempre fiel a la justicia de Dios. 
En el relato, se cuenta que el Señor envía un sueño profundo sobre el campamento en donde Saúl y su ejercito espera por atrapar al fugitivo. David se escabulle a mitad de noche con uno de sus hombres y encuentra a Saúl dormido, con su lanza a la cabecera, absolutamente indefenso; su compañero le pide que lo deje asesinarlo, porque "el Señor lo había entregado a sus manos", pero David se lo prohíbe terminantemente. Su mano no se alzará en contra del ungido del Señor. Toma la lanza de Saúl y se retira sin hacerle daño alguno. Confía en la justicia de Dios que dará a cada quien la justa recompensa, según su "justicia y lealtad". Y es justamente esta actitud la que Jesús espera de nosotros. 
Amar a nuestro enemigo no consiste en ser cariñoso con él y dejar que nos maltrate a su gusto; eso no es cristianismo sino masoquismo. Jesús nos pide que no devolvamos el mismo daño que nos han hecho, que confiemos en la justicia del Señor, que derriba a los soberbios y enaltece a los humildes, que despide a los ricos con las manos vacías y colma de bienes a los pobres (Lucas 1, 52-53); el Señor de José que "transforma todo el daño que nos han hecho en bendición" (Génesis 50, 20); que cuando veas a tu enemigo vencido y humillado, no actúes como lo hizo él con vos, sino como Dios lo hizo, porque también vos te equivocaste y él tuvo misericordia de tu pena. Perdonar, dejar atrás la ofensa recibida; compartir lo que se tiene, sin pensar si el otro lo merece o no, lo precisa y eso basta; enfrentar la violencia sin violencia, con respeto y justicia; no juzgar por raza, credo o condición social, sino por corazón justo, dando a todos la misma oportunidad, la misma dignidad de hijo de Dios y hermano nuestro; denunciar la injusticia y defender la verdad, si agresiones, sin menosprecio por el que opina diferente a nosotros, entenderlo como un hermano que tiene un visión que amplía mi horizonte y no como a un "enemigo" es lo que lentamente transforma nuestra sociedad en Reino de Dios.
Jesús no te pide imposibles; te propone ser instrumento de Dios, para transformar todo el daño recibido, en bendición para los demás. 


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