Evangelio y Lecturas del día domingo 3 de abril de 2022

 Cuaresma 2022, Yo tampoco te condeno

Primera Lectura 

Lectura del Libro del profeta Isaías:

Así habla el Señor:
el que abrió un camino a través del mar
y un sendero entre las aguas impetuosas;
el que hizo salir carros de guerra y caballos, 
todo un ejército de hombres aguerridos; 
ellos quedaron tendidos, no se levantarán,
se extinguieron, se consumieron como una mecha.
No se acuerden de las cosas pasadas,
no piensen en las cosas antiguas;
yo estoy por hacer algo nuevo:
ya está germinando, ¿no se dan cuenta?
Sí, pondré un camino en el desierto
y ríos en la estepa.
Me glorificarán las fieras salvajes,
los chacales y los avestruces;
porque haré brotar agua en el desierto
y ríos en la estepa,
para dar de beber a mi Pueblo, mi elegido,
el Pueblo que yo me formé
para que pregonara mi alabanza.

Palabra del Señor, Isaías 43 16-21




Salmo responsorial

R/ ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risa
y nuestros labios, de canciones. R/

Hasta los mismos paganos decían:
"¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!"
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! R/

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones. R/

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R/

Segunda Lectura

Lectura de la Carta de San Pablo a los cristianos de Filipo:

Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo, y estar unido a él, no con mi propia justicia —la que procede de la Ley— sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la  fe. Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte, a fin de llegar, si es posible, a la resurrección entre los muertos. 
Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo yo mismo sido alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección hacia la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.

Palabra de Dios, Filipenses 3, 8-14

Evangelio según San Lucas:

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?" Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que tire la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?"  Ella le respondió: "Nadie, Señor" "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, y no peques más en adelante"

Palabra de Dios, Lucas 8, 1-11


La justicia de Dios se funda en la misericordia de su Espíritu, que ve en el corazón humano más allá de la Ley escrita. Jesús no viene a condenar al caído, sino a curar las heridas abiertas de su alma; a mirarnos en lo profundo de nuestros ojos, para darnos la luz del Evangelio; a darnos una oportunidad de ser mejores personas, construyendo juntos una sociedad más justa, más fraterna, más sana. Jesús condena, sí, la hipocresía de la justicia humana escrita para sostener los intereses de unos pocos en detrimento de unos muchos; condena el abuso de quienes sustentan el poder para su beneficio propio, postergando los derechos del pueblo al que están llamados a servir. Al salvar a aquella mujer de su condena, Jesús condena a los que la acusaban, enfrentándolos a su propio pecado, a su mezquindad de valerse de alguien indefenso para acusarlo a él, por envidia, por codicia, por no renunciar a los privilegios ilegítimamente obtenidos. Y también nos llama a nosotros a vivir la misericordia de Reino; mucho nos ha perdonado para que mucho amemos, para que nuestro servicio sea la mano franca, siempre tendida al que busca en tinieblas la redención. Estamos llamados a escuchar, contener, sanar, bendecir, levantar al caído, sanar lo que está herido. Porque esa es nuestra "salvación"; a esto hemos venido.

Seguí sus Huellas en InstagramTwitterFacebookYouTube y Pinterest





Comentarios