Evangelio y Lecturas del día, domingo 4 de septiembre de 2022

 La valentía de seguir a Jesús

Primera Lectura

Lectura del Libro de Sabiduría:

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.
Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero, ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?
¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada
y, por la Sabiduría, fueron salvados.

Palabra de Dios, Sabiduría 9, 13-18

Salmo responsorial

R/ Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con solo decirles: "Vuelvan, seres humanos".
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R/

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota por la mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde, se seca y marchita. R/

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R/

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros
la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios, 
haga prosperar la obra de nuestras manos. R/

Salmo 89, 3-6. 12-14. 17

Segunda Lectura

Lectura de la Carta a Filemón:

Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Te lo envío como si fuera yo mismo. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario.
Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo.

Palabra del Señor, Filemón 9b-17

Evangelio según San Lucas:

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar.
¿Y que rey que sale de campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo"

Palabra de Dios, Lucas 14, 25-33


La entrega cristiana

En el Evangelio de hoy, Jesús nos enfrenta a una palabra dura, que pareciera rayar en el fanatismo ciego. Sin embargo, es justo lo contrario a cualquier forma de fanatismo. Seguir a Jesús nos convierte en transformadores de una realidad difícil, egoísta, inescrupulosa, que se niega a ser transformada en detrimento de sus intereses y comodidades. Enfrentarla implica una valentía, templanza y amor que solo provienen de Dios, de la acción salvífica del Espíritu Santo, de una entrega absoluta a su Voluntad, que ve más allá de nuestra humanidad. No se trata de dejar abandonados a nuestras familias, eso no sería cristiano; sino de abandonarnos a las manos de Dios, entregarnos a él confiadamente, con la certeza de que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio (Rom. 8, 28b) y con esa convicción enfrentar la realidad que nos toca transitar. 

Seguí sus Huellas en InstagramTwitterFacebookYouTube y Pinterest






Comentarios