Evangelio y Lecturas del día 6 de noviembre de 2022

 La resurrección de los muertos

Primera Lectura

Lectura del 2° Libro de los Macabeos

Poco tiempo después, el rey envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme las leyes de Dios.
También fueron detenidos siete hermanos, jumto a su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: "¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres".
Y cuando, el segundo, estaba por dar su último suspiro, dijo: "Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes".
Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: "Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él". El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.
Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: "Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitado por él. Tú, en cambio, no resucitaras para la vida".

Palabra de Dios, 2° Macabeos 6, 1; 7, 1-2. 9-14

Salmo responsorial

R/ Al despertar, me saciaré en tu presencia.

Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende mi clamor;
presta oído a mi plegaria, 
porque en  mis labios no hay falsedad. R/

Mis pies se mantuvieron firmes
en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacía mí y escucha mis palabras. R/

Protégeme como a la pupila de tus ojos;
escóndeme a la sombra de tus alas.
Yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré en tu presencia. R/

Salmo 16, 1. 5-6. 8. 15

Segunda Lectura

Lectura de la 2° Carta a los Tesalonicenses

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y los fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.
Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tiene fe. Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones. que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.

Palabra del Señor, 2° Tesalonicenses 2, 16—3, 5 

Evangelio según San Lucas

Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin dejar hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero.Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar en el mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».

Palabra de Dios, Lucas 20, 27-38



El Dios de los vivientes

La esperanza en la resurrección es central en nuestra fe, pues sin ella, nada tendría sentido, como bien lo enseña Pablo en su 1° Carta a los Corintios: "Porque si los muertos no resucitan, entonces Cristo no resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima" (2° Corintios 15, 16-19).
Esta esperanza es nuestra libertad, fortaleza, valentía; ella nos quita de encima el mayor temor del hombre: la muerte. Por eso, los hermanos del Libro de los Macabeos, no temen ni rehuyen las torturas del rey, porque su recompensa va más allá de esta vida pasajera; todos vamos a morir, no todos alcanzarán la Vida verdadera que solo proviene de Dios. El amor entregado hasta la muerte, y muerte de Cruz, no será defraudado ni quedará sin justicia. ¿A qué temeremos? ¿Quién podrá esclavizarnos o doblegarnos, si todo lo podemos en Cristo Jesús, aún vivir más allá de la muerte?
Pero esta esperanza no solo es para las persecuciones o martirios; en nuestro día a día, esta fe nos lleva a enfrentar con entereza la enfermedad, la partida de un ser amado; esta certeza nos permite ver el verdadero valor de la vida, de los seres que nos rodean, de las míseras riquezas de este mundo. Es la que nos permite superar todos los obstáculos, en busca del bien más preciado: Dios. 
La entrega de amor de Jesús en la Cruz, es la llave que nos abre la puerta a la Vida eterna, a la Vida de Dios. Y en esa certeza debemos vivir y morir, para la gloria de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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