Evangelio y Lecturas del día 26 de marzo de 2023

 5° Domingo de Cuaresma, La resurrección de Lázaro

Primera Lectura

Lectura del Libro del Profeta Ezequiel

Profetiza diciéndoles: "Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblos mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor. Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán: los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré", oráculo del Señor.

Palabra del Señor, Ezequiel 32, 12-14

Salmo responsorial

R/ En el Señor se encuentra la misericordia
      y la redención en abundancia.

Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria. R/

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido. R/

Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora. R/

Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
él redimirá a Israel
de todos sus pecados. R/

Salmo 129, 1-8

Segunda Lectura

Lectura de la Carta de Apóstol San Pablo a los Romanos

Los que viven de acuerdo a la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte por causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.

Palabra del Señor, Romanos 8, 8-11

Evangelio según San Juan

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo:  "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el HIjo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte,¿y quieres volver allí?" Jesús le respondió:

"¿Acaso no son doce las horas del día?
El que camina de día no tropieza,
porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza,
porque la luz no está en él".

Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".
Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro estaba sepultado hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero sé que aún ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le dijo: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo:

"Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí,
no morirá jamás.
¿Crees esto?"

Ella respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". A oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?" Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!" Pero algunos decían; "Este, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?" Jesús conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: 

"Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes,
pero lo he dicho por esta gente que me rodea,
para que crean que tú me has enviado".

Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!" El muerto salió afuera con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús dijo: "Desátenlo, para que pueda caminar"
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Palabra del Señor, Juan 11, 1--45


¿Crees esto?

La resurrección de Lázaro es el último milagro de Jesús que narra Juan antes de su Pasión. Jesús está siendo fuertemente cuestionado y perseguido por los "judíos", como llama Juan a los distintos grupos religiosos que sustentan el poder del Templo: escribas, fariseos, saduceos, etc.; esto lleva a Jesús a alejarse de Judea. Le llega la noticia de la enfermedad de Lázaro, un amigo muy querido para él, pero, pese a su congoja, decide quedarse un tiempo más en el lugar donde se encontraba, en las cercanías del Jordán, donde Juan el Bautista había bautizado (Jn. 10, 40). En su corazón, él sabe el milagro que Dios ha de realizar en Betania. 
Así como la curación del ciego de nacimiento es el "signo" de que Jesús es la Luz del mundo, la resurrección de Lázaro, es el signo de que él es la Resurrección y la Vida. Y al igual que todos los demás signos que ha dado, lleva a algunos a la fe, y a otros a endurecer su corazón, atónitos frente su propia impotencia. Este milagro, anticipo de su  Resurrección, da a Jesús una "popularidad" que amenaza toda la autoridad de los escribas, fariseos y sacerdotes sobre el pueblo; y también hace que muchos de ellos crean en Jesús, dividiéndolos. Había que encontrar la manera "legal" de darle muerte cuanto antes o todo su poder se desvanecería como un suspiro. Jesús, es consiente de que "se acerca su hora" y la asume decididamente: para eso he venido al mundo.
También hoy este milagro nos interpela a nosotros; como Marta, creemos desde que tenemos uso de razón que nuestros muertos resucitarán en el último día, pero ¿cómo vivimos hasta "nuestro último día"? ¿Vivimos?. 
La resurrección que nos trae Jesús comienza en esta vida terrena, para alcanzar su plenitud en la Eternidad. Pablo nos dice: "Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte por causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia"; hay una muerte más cruel que la del cuerpo, la muerte del alma. Cuando decimos que creemos, verdaderamente, ¿creemos? ¿Creemos en las promesas a las que hemos sido llamados? ¿Cuándo alguien se acerca a nosotros, ve la luz que brilla en nosotros? Nietzsche, filosofo alemán y duro crítico del cristianismo, decía: "Sería más fácil creer en el Redentor si los cristianos tuvieran rostros de redimidos", y ¿saben?, muchas veces cuando llego a misa vuelve a mi memoria esta frase, porque realmente tengo la sensación de estar más en un velorio que en una celebración. No basta con creer en Dios, también es necesario creerle lo que te dice; sí, lo que te dice él, en persona, hoy. 
Este último Domingo de Cuaresma, Jesús nos dice: ¿Crees en esto? ¿Crees que mi Pascua es tu resurrección? ¿Crees que soy Vida y Vida en abundancia? Creer esto es estar verdaderamente vivo, ser luz en la oscuridad e ir a los demás como un signo verás de que el amor de Dios reina por siempre en medio nuestro. Hoy Jesús abre tu tumba de desesperanza y te dice: "¡Ven afuera!" Anímate a desatar tus vendas y caminar firme por el Camino que dejan sus Huellas.

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