Evangelio y Lecturas del día 25 de Junio de 2023

 La valentía de los Apóstoles

Primera Lectura

Lectura del Libro de Jeremías

Oía los rumores de la gente:
"¡Terror por todas partes!
¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!"
Hasta mis amigos más íntimos
acechaban mi caída:
"Tal vez se lo pueda seducir; 
prevaleceremos sobre él 
y tomaremos nuestra venganza".
Pero el Señor está conmigo 
como un guerrero temible:
por eso mis perseguidores tropezarán 
y no podrán prevalecer;
se avergonzarán de su fracaso,
será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo,
que ves las entrañas y el corazón,
¡qué yo vea tu venganza sobre ellos!,
porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor, alaben al Señor, 
porque él libró la vida del indigente
del poder de lo malhechores!

Palabra del Señor, Jeremías 20, 10-13

Salmo responsorial

R/ Señor, que me escuche tu gran bondad

Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. R/

Pero mi oración sube hasta ti, Señor,
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame por tu gran fidelidad. R/

Sácame del lodo para que no me hunda,
líbrame de los que me odian
y de las aguas profundas;
que no me arrastre la corriente,
que no me trague el Abismo,
que el Pozo no se cierre sobre mí. 
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor,
por tu gran compasión, vuélvete a mí. R/

Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor;
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a los cautivos.
Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar,
y todos los seres que se mueven en ellos. R/

Salmo 68, 8-10. 14-17. 33-35

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos

Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos.

Palabra del Señor, Romanos 5, 12-15

Evangelio según San Mateo

No teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repitanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se venden un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres. 

Palabra del Señor, Mateo 10, 26-33



No teman

 Luego de instituir a sus Doce Apóstoles, Jesús los instruye sobre la misión que está comenzando,  y la valentía que implica llevarla adelante. El tiempo de Jesús está atravesado por grandes conflictos políticos y religiosos, de diversos grupos que pujan por el poder. La promesa del Mesías era entendida como una rebelión que haría de Israel el dueño del mundo, por encima de todos los pueblos, a través del poder político y militar, impuesto por la autoridad del Señor. También sus Apóstoles tenían esta expectativa. Pero el Mesías que llega en la persona de Jesús es diametralmente opuesto a este ideal. Es un Mesías que, en lugar de atacar al tirano romano, escucha su ruego y se admira frente  a su fe, hasta el punto de reprocharles que no había hallado en Israel una fe así; que se sienta a comer con publicanos y perdona el pecado de la adúltera; que cuestiona la justicia de escribas y fariseos, y denuncia sus abusos e hipocresías; un Mesías que, siendo "Señor y Maestro", elige ser servidor y esclavo de todos, incluso del traidor que lo iba entregar a sus verdugos.  Frente a este Mesías, el choque sería inevitable.
Los discípulos de Jesús debían estar preparados para esta represaría y tener claro cuál era la manera de afrontarla, porque el Mesías no había venido a dar muerte, sino Vida, y Vida en abundancia; pero alcanzarla demandaría una Cruz. 
Ahora bien, aceptar y proclamar abiertamente este Mesías, no era simplemente proclamar una nueva doctrina; significaba un nuevo modo de vida, una nueva visión de Dios, ya no "Señor de los ejércitos" sino "Padre Misericordioso", Padre de todos, judíos y romanos, samaritanos y paganos, pecadores y justos, publicanos y prostitutas, de todo el género humano, que busca acercarse a sus hijos y relacionarse por el vínculo del amor. Reconocer a Jesús es denunciar la injusticia, enfrentar la avaricia y el poder desmedido; es hacer frente al opresor con una comunidad basada en la libertad y la dignidad de los hijos de Dios, en la que no haya nadie necesitado. 
El desafío sigue siendo el mismo, y la persecución también, aunque otras sean las formas de castigo. Enfrentar el narcotráfico, la violencia, el autoritarismo de los gobiernos o la ambición de los grupos económicos, muchas veces se cobra la vida de los mártires anónimos de nuestro tiempo. Pero también en nuestra pequeña lucha cotidiana enfrentamos las imposiciones de las modas, creencias y estereotipos que nos marginan y juzgan, excluyéndonos de nuestras comunidades, amistades, familias. Nos acobardamos a la hora de expresar lo que sentimos, creemos o pensamos; también en nuestro día a día debemos buscar el Espíritu de Jesús que nos infunda la convicción de la fe que profesamos, para transformar nuestra realidad, para ser "mesías" de nuestros hermanos que buscan un sentido para sus vidas. Jesús es la razón de toda nuestra existencia, el amor más pleno que hemos experimentado, que nos nutre y vivifica haciéndonos nueva creación; llevarlo a los demás es la misión que nos confía y, por difícil que nos parezca la tarea, sabemos que él está a nuestro lado, obrando con poder para enfrentar y sobrellevar todo lo que se nos ponga por el camino, sosteniéndonos, cuidándonos, amándonos con el mismo amor con el que nos amó en la Cruz. Nada hay que temer. Dios está con nosotros, y nada lo puede apartar de nuestro corazón jamás.

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