Evangelio y Lecturas del dia 23 de julio de 2023

 La parábola de la cizaña

Primera Lectura

Lectura del Libro de Sabiduría

Porque, fuera de ti, no hay otro Dios que cuide de todos,
a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos.

Porque tu fuerza es el principio de tu justicia,
y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos.
Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree en la plenitud de tu poder,
y confundes la temeridad de aquellos que la conocen.
Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza,
juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia,
porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder.

Al obrar así, tú enseñaste a tu pueblo
que el justo debe ser amigo de los hombres
y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza,
porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.

Palabra del Señor, Sabiduría 12, 13. 16-19

Salmo responsorial

R/ Tú, Señor, eres bueno e indulgente

Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaría,
escucha la voz de mi súplica! R/

Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío, 
y eres el único que hace maravillas. R/

Pero, tú Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad, 
vuelve hacia mí tu rostro, y ten piedad de mí; 
fortalece a tu servidor. R/

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos

Igualmente, el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.

Palabra del Señor, Romanos 8, 26-27

Evangelio según San Mateo

Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron entonces a ver al propietario y le dijeron: "Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?". Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo". Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a sacarla?" "No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y atenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero"».
También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeñas de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». 
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:

Hablaré en parábolas,
anunciaré cosas que estaban ocultas
desde la creación del mundo.

Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les respondió:  «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino del Padre. ¡El que tenga oídos que oiga!». 

Palabra del Señor, Mateo 13, 24-43


El Reino de los Cielos

El Reino de los Cielos es presencia activa de Dios en medio nuestro y en lo profundo de nuestro corazón. Cuando alguien nos pregunta: "¿Cuándo comenzaste a creer en Dios, cuando te convertiste al Evangelio?", es probable que citemos algún momento especial de nuestra vida, algo que recordamos como un antes y un después que nos marcó profundamente; pero, ¿realmente ese fue el momento exacto?... Entonces, surgen a nuestra memoria cientos de pequeños momentos, de rostros, de palabras que, como pequeñas baldosas de un largo camino, nos fueron llevando a ese momento de encuentro profundo con el Padre. Y ese encuentro, fue apenas el comienzo.
Como una semilla sembrada en nosotros desde nuestra concepción, como levadura mezclada en nuestro ser, así es el amor de Dios que se esconde en nuestro corazón, y a su tiempo, da fruto; y ese fruto es abundante, tanto que todos se alimentan de él hasta saciarse. 
También crece en nosotros la cizaña, también la encontramos en nuestro andar, porque somos santos y pecadores. La violencia, la injusticia, la miseria, el pecado parecen ahogarnos y nos preguntamos ¿acaso Dios no creó un mundo perfecto, bueno? ¿será que se equivocó? No, él no se equivocó; fuimos nosotros los que nos dejamos llevar por nuestras codicias y egoísmos, los que preferimos la propuesta del Maligno, a la del Padre. Y aunque creamos que nada pasa, la Justicia de Dios llega siempre implacable; y será al final de los tiempos, en que los justos resplandecerán en el seno del Padre, apartados eternamente, de los hacedores del mal. Hasta entonces, juntos crecemos y andamos por este mundo incierto al que debemos transformar en Reino de los Cielos, simplemente con un corazón sencillo que elige vivir en el Amor del Padre, entregado en el Hijo y trasmitido por el Espíritu Santo. 

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