Evangelio y Lecturas del día 30 de julio de 2023

El Reino de los Cielos

Primera Lectura

Lectura del Primer Libro de los Reyes

En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: «Pídeme lo que quieras», Salomón respondió: «Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar un pueblo tan grande como el tuyo?».
Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, y Dios le dijo: «Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti». 

Palabra del Señor, 1 Reyes 3, 5. 7-12

Salmo responsorial

R/ ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!

El Señor es mi herencia:
yo he decidido cumplir tus palabras.
Para mí vale más la ley de tus labios
que todo el oro y la plata. R/

Que tu misericordia me consuele,
de acuerdo con la promesa que me hiciste.
Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré,
porque tu ley es toda mi alegría. R/

Por eso amo tus mandamientos
y los prefiero al oro más fino.
Por eso me guio por tus preceptos
y aborrezco todo camino engañoso. R/

Tus prescripciones son admirables:
por eso las observo.
La explicación de tu palabra ilumina
y da inteligencia al ignorante. R/

Salmo 118, 57. 72. 76-77. 127-130

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos

Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. 

Palabra del Señor, Romanos 8, 28-30

Evangelio según San Mateo

Jesús dijo: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder; y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas, y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separaran a los malos de entre los justos, para arrojarlos al horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprenden todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».

Palabra del Señor, Mateo 13, 44-52



Las parábolas del Reino

A pesar de la creciente oposición que la predica de Jesús encuentra, el Maestro no se deja intimidar y nos enseña qué es el Reino de los Cielos con siete parábolas que Mateo reseña en el tercer discurso de Jesús en su Evangelio. Este domingo la Iglesia nos invita a releer las tres últimas de este discurso. Estas parábolas eran una forma muy usual de los maestros de aquel tiempo, para explicar a través de simbologías sencillas y cotidianas, enseñanzas profundas. Así, Jesús llama a la reflexión a sus discípulos y busca entrar en diálogo con ellos, un diálogo íntimo que transforme su corazón. 
Las parábolas descorren un poco, aunque no del todo, el misterio del Reino de los Cielos. Ese Reino escapa a toda definición: es como...; se parece a...; se puede comparar con...

De estas parábolas se desprende que el Reino de los Cielos es una «nueva situación», un «nuevo estado de cosas» que viene de Dios y se inicia con Jesús, pero reclama la respuesta de los hombres. Sus comienzos son muy modestos y apenas perceptibles. Inaugurado por el «sembrador» que sale a sembrar, debe fructificar hasta la cosecha definitiva, de manera misteriosa y más allá de las contradicciones y los fracasos aparentes. Nada puede impedir que siga adelante, y sin duda terminará por transformarlo todo. Por él vale la pena sacrificar incluso los bienes más preciosos. Ya se ha hecho visible, pero sólo al fin se manifestará plenamente. (1)


Finalmente, al comparar al escriba que se convierte en discípulo del Reino con "el dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo", Jesús nos llama a buscar todas las riquezas espirituales del Antiguo y Nuevo Testamento, a enriquecer la Antigua Alianza con la Luz del Evangelio. 


 (1) "Las parábolas del Reino", La Biblia, El Libro del Reino de Dios, Ed. San Pablo.


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