Jesús camina sobre el agua
Primera Lectura
Lectura del 1º Libro de los Reyes
Al llegar al Horeb, la montaña de Dios, Elías entró en la gruta y pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor». Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie la entrada de la montaña.
Palabra de Dios, 1 Reyes 19, 9a. 11-13a
Salmo responsorial
R/¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación!
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R/
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y a Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R/
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R/
Segunda Lectura
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. Ellos son israelitas: a ellos pertenece la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.
Palabra de Dios, Romanos 9, 1-5
Evangelio según San Mateo
Después de que la multitud se sació, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasarán antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman» Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». Enseguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios»
Palabra de Dios, Mateo 14, 22-33
Caminar sobre la mar
Previo a este relato, Mateo nos cuenta que Jesús, al enterarse de la muerte del Bautista, busca un lugar desierto a donde retirarse para orar a solas. Sin embargo al llegar, se encuentra con una multitud que lo espera; dejando de lado su pena, Jesús cura a los enfermos y multiplica los panes y pescados de sus discípulos para que todos coman hasta saciarse. De esta multitud se está despidiendo Jesús cuando manda a sus discípulos a cruzar a la otra orilla. Recién entonces, se retira a orar a lo alto de la montaña. En este contexto, Jesús deja de lado su dolor, para ponerse al servicio de esa gente que solo tenía al Maestro para hallar consuelo y sanidad. En ese servicio, él encuentra el sentido profundo de su dolor, que es el dolor de la injusticia y el abandono. Con la tarea cumplida, se retira al encuentro profundo con el Padre, encuentro de íntimo silencio y quietud.
Pero Jesús no olvida que había enviado a sus discípulos en la barca a navegar en la madrugada del mar. Un mar embravecido por el viento que ruge en contra y hace frágil la seguridad de la barca. Como tampoco olvida hoy, a los que nos envía, en la frágil seguridad de nuestra comunidad, a enfrentar la embravecida mar de nuestra realidad. El mar, en la literatura bíblica, simboliza el caos, el mal, los peligros que debe enfrentar el pueblo. Es en nuestra realidad en la que Dios viene a nuestro encuentro; es en esa turbulenta realidad, en donde nos confundimos, nos asustamos y nos calma su voz. Pedimos una señal, un camino a seguir que nos lleve a él, pero cuando nos ponemos a andar ese camino, nos volvemos a enfrentar a nuestros temores, nuestras dudas, a todos los vientos violentos de nuestros días y nos asustamos; pedimos su ayuda y ahí está su mano firme, fuerte, segura, que nos sostiene y nos salva; su mano amiga que nos conduce de nuevo a la calma de su presencia, que calla los vientos y calma las tempestades.
Es difícil, cada día, aventurarnos en la mar de esta vida embravecida; pero nos aventuramos con la plena certeza de que él estará junto a nosotros, atravesando lo imposible, para llegar a nuestro encuentro, para sostenernos con su mano poderosa y amiga, y llevarnos consigo a la calma de un mundo más justo y fraterno.
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