Evangelio y Lecturas del día 3 de diciembre de 2023

 1º Domingo de Adviento: Tengan cuidado y estén prevenidos... ¡está llegando el Señor!


Primera Lectura

Lectura del Libro del Profeta Isaías

¡Tú, Señor, eres nuestro padre,
«nuestro Redentor» es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, no desvías de tus caminos
y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte?
¡Vuelve, por amor a tus servidores
y a las tribus de tu herencia!
¿Por qué los impíos hollaron tu Lugar santo
y nuestros adversarios pisotearon tu Santuario?
¡Si rasgaras el cielo y descendieras
las montañas se disolverían delante de ti!
Cuando hiciste portentos inesperados, 
que nadie había escuchado jamás,
ningún oído oyó, ningún ojo vio
a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas
por los que esperan en él.
Tú vas al encuentro de los que practican la justicia
y se acuerdan de tus caminos.

Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado.
desde siempre fuimos rebeldes contra ti.
Nos hemos convertido en una cosa impura,
toda nuestra justicia es como un trapo sucio.
Nos hemos marchitado como el follaje
y nuestras culpas nos arrastran como el viento.
No hay nadie que invoque tu Nombre,
nadie que despierte para aferrarse a ti,
porque tú nos ocultaste tu rostro
y nos pusiste a merced de nuestras culpas.
Pero tú, Señor, eres nuestro padre,
nosotros somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero:
¡todos somos la obra de tus manos!

Palabra de Dios, Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Salmo responsorial

R/ ¡Restáuranos, Señor de los ejércitos,
     que brille tu rostro y seremos salvados!

Escucha, Pastor de Israel,
tú que tienes tu trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos. R/

Vuélvete, Señor de los ejército,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que tú hiciste vigoroso. R/

Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que tú fortaleciste,
y nunca nos apartemos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R/

Salmo 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19

Segunda Lectura

Lectura de la 1º Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios


Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no le falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. 

Palabra de Dios, 1º Corintios 1, 3-9

Evangelio según San Marcos


Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!

Palabra de Dios, Marcos 13, 33-37



¡Estén prevenidos!

El Adviento es el tiempo litúrgico propuesto por la Iglesia para la preparación  de la Navidad. En efecto, "adviento" viene del latín "adventus Redemptoris", que significa "Venida del Redentor". Buscando información sobre el modo de vivir este tiempo de preparación, me encontré con cientos de artículos en los que se hablaba del significado de los colores litúrgicos, oraciones, lecturas bíblicas y decoración de coronas; en todos, debo aclarar, se expresaba claramente que la Navidad no era un tiempo de compras y vanidades, sino de encuentro y reflexión. Entonces, reflexionando, me pregunté: ¿será que una corona de flores y velas, y algún que otro Padrenuestro, es lo que espera encontrar Jesús a su regreso? ¿Estar prevenidos es conocer los Evangelios de memoria? ¿Qué será lo que espera Jesús de sus servidores, cuáles son las tareas que les encomendó a cada uno antes de partir? Bueno, la respuesta a estos interrogantes está, pues, en su Palabra.
En el tiempo de Jesús había una especial expectativa por la llegada del Mesías; distintos grupos tenían una visión de como sería esa llegada y cómo debían prepararse para ese tiempo: los saduceos, la clase alta de Israel y conservadora, amiga del Imperio Romano y dominante dentro del Sanedrín, no esperaba a ningún "Mesías", ya que, mientras Roma le diera libertad de culto y de acción dentro de la sociedad judía, no tenían problema alguno, sus privilegios era lo único que le importaba sostener; los fariseos, que eran en su mayoría la clase media de Israel, más cercana al pueblo humilde, se reunían en sinagogas a estudiar las Escrituras y a enseñarlas, con un profundo celo por la Ley y su cumplimiento, ya que para ellos, el Mesías llegaría cuando todo Israel cumpliera la Ley y fuese "puro". Esta búsqueda por la pureza del espíritu había levantado una compleja ritualidad, rígida e inapelable, que se volvía una carga insufrible para el pueblo humilde que cada vez quedaba más excluido al no poder hacer frente a tanta norma y ritualidad.  El castigo a estos incumplimientos, como no observar el sábado o que un hijo desobedeciera a su padre, llegaba a la muerte. Otro de los grupos que esperaban la llegada del Mesías eran los esenios, que vivían en comunidades en las cercanías de las ciudades o en los desiertos, compartían sus bienes y se mantenían alejados del Templo. Para ellos, este estilo de vida ascético era la manera en que el Reinado de Dios se realizaba en la tierra y preparaba la llegada del Mesías. Por último, estaban los "zelotes": eran el grupo armado que esperaba la llegada de un gran guerrero y rey que restituyera la independencia nacional, destruyendo el dominio romano y estableciendo el nuevo reino de Israel. Para ellos, la guerrilla armada era el camino para que ese Mesías se hiciera por fin presente en medio de Israel. Algo tenían todos estos grupos en común: todos ellos, incluso los saduceos, que como dije, no esperaban a nadie en especial, esperaban la "salvación" de ellos, para Israel, y la destrucción completa del enemigo. En pocas palabras, esperaban el cambio del Imperio Romano por el Imperio "Judío". Pero el "Mesías" que trajo Jesús no tomó por ninguno de estos caminos.
Lo primero que hizo Jesús fue formar en torno suyo una "comunidad" de discípulos; y para formar esta comunidad, les hizo ver que necesitaban volver a Dios, aceptar sus debilidades y transformar su corazón, porque el tiempo por el que tanto estaban esperando, estaba cerca, en medio de ellos, y solo iban a poder verlo con un corazón puro: Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Marcos 1, 14-1). Jesús tenía claro que para transformar la humanidad y liberarla de sí misma, debía comenzar de a poco, desde lo pequeño: esa comunidad era la semilla de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero que al caer en tierra y germinar, se convierte en la más grande de las hortalizas y los pájaros del cielo vienen a abrigarse en su sombra (Mateo 13, 31-32). La primera condición sine qua non para integrar esta comunidad era el absoluto despojo de todo bien material; no se trataba de vivir en la indigencia, al contrario, era el arma más efectiva para combatirla y erradicarla por completo. Se trataba de aceptar compartir todo lo que tenemos, absolutamente todo, con los demás, como hermanos, como una verdadera familia fundada en el amor y el respeto mutuo. Pero era una decisión personal y absolutamente libre de cada uno. La segunda condición sine qua non era la igualdad entre unos y otros. No se trata de que todos tuvieran lo mismo, sino de que ningún miembro de la comunidad estuviese por encima del otro; nadie era más que nadie, al contrario, el que quisiera ser el primero, debía ser el esclavo de todos (Marcos 10, 41-45). Jesús no aceptaba entre sus discípulos ningún "título" u "jerarquía":
"... en la comunidad de Jesús no puede haber ni ambición ni deseo de poder o dominación. Por eso Jesús prohíbe a los suyos la utilización de títulos honoríficos. Y así, "padre", "abad", "papa" (es la misma palabra en tres lenguas distintas) están prohibidos en Mt. 23,9; "maestro", prohibido en Mt. 23, 8; "doctor", en Mt. 23, 10; "señor", y lógicamente también "monseñor", en Lc. 22,25; "excelencia" y "eminencia" no cuadran con Mt. 20, 26-27; 23, 1; Mc. 9, 35; 10, 43-44; Lc. 22, 25; Jn. 15, 13y-15. Por el contrario, en la comunidad, dice Jesús, "todos sois hermanos" (Mt. 23, 9). (1)
La comunidad de Jesús está formada por hombres y mujeres libres, de todas las clases sociales y etnias que, en absoluta libertad, deciden vivir en la más plena igualdad; eligen despojarse de toda atadura terrenal para vivir al servicio de unos a los otros, dentro y fuera de la comunidad, es decir, compartir con todos y servir a todos, fuesen o no parte de esa comunidad.
A esta pequeña comunidad, Jesús dedica especial atención en sus enseñanzas y obras, porque la tarea de él no era sólo predicar, sino llevar a la practica esas enseñanzas y hacerlas efectivas en la vida cotidiana. Pero Jesús no solo rompe con este esquema de tener y de dominio, sino que va más allá y tira por el suelo toda ritualidad y falsa santificación. Jesús tenía la costumbre de sanar en día sábado, como muestra la respuesta del rabí en el pasaje de la mujer encorvada que Jesús sana en la sinagoga: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no en el sábado". (Lucas 13, 14). Tocar a un leproso o cualquier otro enfermo implicaba quedar impuro y debía seguirse una serie de complejos rituales de purificación; sin embargo a Jesús poco le importaba imponerle las manos, es decir tocarlos,  para sanarlos y devolverlos a la vida comunitaria (Marcos 1, 41). Tampoco se preocupaba por que sus discípulos se lavasen las manos antes de comer (Mateo 15, 1-9); no era mera higiene personal, implicaba quedar expulsado de la sociedad, sin derecho a nada, en una región donde el agua escaseaba y debía recorrerse kilómetros para obtener un balde de agua. Pero Jesús, lejos de corregir a sus discípulos, le echa en cara a los fariseos su hipocresía que se horroriza de no cumplir con el lavado de manos, pero aprueban que un hijo deje sin sustento a sus padres en la ancianidad, con la excusa de donar sus bienes al Templo. Y va más allá al afirmar que la impureza del hombre no está en lo que come, sino en la mezquindad de su corazón (Mateo 15, 11). Y al echar a los mercaderes del Templo (Juan 2, 13.25) deja en claro que a Dios no se llega con ofrendas costosas y complicados rituales, sino con un corazón contrito y humilde (Lucas 18, 9-14), porque son los que tienen un corazón puro los que verán a Dios (Mateo 5, 8).
Llevar a toda la sociedad en su conjunto este modelo de vida propuesto por Jesús, solo sería posible imponiéndolo por la fuerza, y esta imposición sería precisamente el fin de este proyecto, como también lo ha demostrado la Iglesia Católica a lo largo de toda su historia. Pero, las primeras comunidades cristiana y la infinidad de santos que recordamos ha dado sobrada prueba de que ese proyecto de Jesús es absolutamente realizable en la realidad. Solo basta proponérselo, tomar la decisión libre y firme de vivir esa nueva forma de convivencia humana, cada uno, independientemente de lo que el otro haga de su vida. Compartir todo lo que somos y tenemos con todos, y estar dispuesto siempre a servir a nuestros hermanos, ayudarlos, contenerlos, acompañarlos, sin exigencias ni reproches. Y así, en el sencillo gesto de amor iremos preparando la Venida del Redentor. Por que cuando los hombres se encuentran, es Dios que nace otra vez (Cantata Emanuel, Alejandro Mayol)

Por eso, en esta Navidad, invita a tu mesa al que está solo, al que no tiene como traerte un regalo o al que esta enfermo y solo. Invita al que no tiene como retribuirte, y así, serás feliz porque tu recompensa es el mismo Dios en persona, recibiéndote en su Reino (Lucas 14, 12-14). 

(1) "Teología para comunidades", José María Castillo, Ed. Paulinas.


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