Evangelio del día, Lecturas del miércoles, 14 de febrero de 2024

 Miércoles de Cenizas

Primera Lectura

Lectura del Libro del Profeta Joel

Pero aún ahora
—oráculo del Señor—
vuelvan a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos.
Desgarren su corazón y no sus vestiduras,
y vuelvan al Señor, su Dios,
porque él es bondadoso y compasivo,
lento para la ira y rico en fidelidad,
y de arrepiente de sus amenazas.
¡Quién sabe si él no se volverá atrás y se arrepentirá,
y dejará tras de sí una bendición:
la ofrenda y la libación
para el Señor, su Dios!

¡Toquen la trompeta en Sion,
prescriban un ayuno,
convoquen a una reunión solemne,
reúnan al pueblo,
convoquen a la asamblea,
congreguen a los ancianos,
y a los niños de pecho!
¡Que el recién casado salga de la alcoba
y la recién casada de su lecho nupcial!
Entre el vestíbulo y el altar
lloren los sacerdotes, los ministros del Señor,
y digan: «¡Perdona, Señor, a tu pueblo,
no entregues tu herencia al oprobio,
y que las naciones no se burlen de ella!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos:
Dónde está su Dios?»

El Señor se llenó de celos por su tierra,
y se compadeció de su pueblo.

Palabra de Dios, Joel 2, 12-18

Salmo responsorial

R/ Misericordia, Señor, hemos pecado.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purificame de mi pecado! R/

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo ante tus ojos. R/

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu. R/

Devuélveme la alegría de tu salvación, 
que tu espíritu generoso me sostenga.
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/

Segunda Lectura

Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a los Corintios

Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, le suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado a favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.
Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él nos dice en las Escrituras: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación. 

Palabra de Dios, 2º Corintios 5, 20—6, 2

Evangelio según San Mateo

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que está en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya ha recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que está en lo secreto, te recompensará».

Palabra de Dios, Mateo 6, 1-6. 16-18



Cuaresma 2024

Con el Miércoles de Ceniza se inicia el tiempo de Cuaresma. Este tiempo litúrgico que nos propone la Iglesia, es tiempo de encuentro con el Padre que está en lo secreto. En el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña cómo es ese encuentro con el Padre que está en lo secreto de nuestro corazón. 
En aquel tiempo, la creencia impuesta por los fariseos y sacerdotes era que a través de una compleja ritualidad, solo accesible a unos pocos, se alcanzaba la salvación. Jesús tira por tierra toda esta creencia y los llama "hipócritas", porque en verdad lo eran. El texto de Joel, en la primera lectura, dice: Desgarren su corazón y no sus vestiduras. Y no solo Joel, Isaías dice: 
¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios?
—dice el Señor—
Estoy harto de holocaustos de carneros
y de la grasa de animales cebados;
no quiero más sangre
de toros, corderos y chivos.
(Is. 1, 11)
Y en el capítulo 58: 
«¿Por qué ayunamos y tú no lo ves,
nos afligimos y tú no lo reconoces?»

Ayunan para entregarse a pleitos y querellas
y para golpear perversamente con el puño.

Este es el ayuno que yo amo
—oráculo del Señor—
soltar las cadenas injustas,
desatar el lazo del yugo,
dejar en libertad a los oprimidos
y romper todos los yugos;
compartir tu pan con el hambriento
y albergar a los pobres sin techo;
cubrir al que veas desnudo
y no despreocuparte de tu propia carne.
(Is. 58, 4a. 6-7)

El profeta Oseas:
En cuanto a los sacrificios que me ofrecen,
¡qué los inmolen, qué se coman la carne!
¡El Señor no los aceptará!
(Os. 8, 13a)

Y también el profeta Amós advierte de parte del Señor:
Yo aborrezco, desprecio sus fiestas,
y me repugnan sus asambleas.
Cuando ustedes me ofrecen holocaustos,
no me complazco en sus ofrendas
ni miro sus sacrificios de terneros cebados.
Aleja de mí, el bullicio de tus cantos,
no quiero oír el sonido de tus arpas.
Que le derecho corra como el agua,
y la justicia como torrente inagotable.
(Am. 5, 21-24)

No solamente los profetas predican sobre la pureza del corazón, también en los salmos se repite esta enseñanza:
Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un corazón contrito,
tú no desprecias un corazón contrito y humillado.
(Sal. 50, 18-19)

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un corazón atento,
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy»
(Sal. 39, 7-8)

Y así podríamos recorrer todo el Antiguo Testamento viendo como constantemente el Señor busca que su pueblo obre con justicia y misericordia, más que con el cumplimento de holocaustos y sacrificios. Esta enseñanza de Jesús no era nueva, y tampoco nos es ajena.
Al igual que fariseos y escribas, también hoy nos escondemos en el cumplimiento de sacramentos y rituales, creyendo que así cumplimos la voluntad de Dios. Este tiempo de Cuaresma, más que un tiempo de ritualismos sacramentales, es un tiempo de encuentro profundo con el Padre que ve en los secreto de nuestro corazón. Allí debemos buscar la luz que nos ilumine el alma y nos lleve a una conversión sincera de nuestro ser. Quien cree que no precisa de ese encuentro, que es santo y justo, o que no tiene nada de qué arrepentirse, por mucho que rece y vaya a misa y comulgue, nunca encontrará a salvación que nos trae Jesús; al igual que los fariseos de aquel tiempo, solo será guia ciego, conduciendo a ciegos; sepulcro blanqueado, muy blanco y puro por fuera, pero lleno de carroña y muerte por dentro; y aunque predique y bendiga en su Nombre, él no lo  conocerá. 
Que al igual que el salmista de este Miércoles de Cenizas, sea en esta Cuaresma, un corazón contrito y humillado nuestra ofrenda al Padre para que, en lo secreto de nuestro ser, andemos junto a Jesús, el camino hacia el Gólgota, en donde hallaremos el misterio vivo de nuestra Redención.


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