Evangelio y Lecturas del día 28 de julio de 2024

 La multiplicación de los panes

Primera Lectura

Lectura del Segundo Libro de los Reyes

Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: «Dáselo a la gente para que coman». Pero su servidor respondió: «¿Cómo voy a servir esto a cien personas?». «Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará». El servidor se los sirvió: todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor.

Palabra de Dios, 2° Reyes 4, 42-44

Salmo responsorial

R/ Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R/

Los ojos de todos esperan en ti,
y tú les das su comida a tiempo;
abres tu mano y colmas de favores
a todos los vivientes. R/

El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad. R/

Salmo 144, 10-11. 15-18

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios

Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.

Palabra de Dios, Efesios 4, 1-6

Evangelio según San Juan

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades, lo seguía una gran multitud, al ver los signo que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darle de comer?» Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe respondió: «Doscientos denarios no bastaría para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?». Jesús le respondió: «Háganlos sentar». Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo». Jesús sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 

Palabra de Dios, Juan 6, 1-15



¿Qué esto para tanta gente?

Cada octubre en mi parroquia, cuando llegan las fiestas patronales de San Francisco de Asís, escucho la eterna discusión de cómo vamos a darle de comer a todos si no tenemos plata, todo aumenta mucho y ya nadie dona nada... En los 25 años que llevo trabajando en la comunidad, escucho una y otra vez estas mismas palabras. Es verdad que Argentina vive una eterna crisis económica, como casi toda Latinoamérica, y el barrio en donde nos encontramos es muy humilde y cuesta cada día más llevar el pan a la mesa. Pero igualmente cierto es que cada 4 de octubre, Jesús sirve a todo el que llega su plato colmado de comida y sobra para que más de uno se lleve su vianda para el día siguiente. Y es que a Dios poco le importa el ministro de economía de turno o la eterna "crisis" argentina. Él siempre abre su mano y da hasta saciarnos.
Vivimos tan pendiente de los gobiernos, el dólar, las penurias diarias, el trabajo, las necesidades humanas y todo lo limitamos a la lógica humana, a nuestra pobre capacidad de supervivencia, que olvidamos que para Dios nada es imposible. Sabe que necesitamos el alimento, el techo, el trabajo, la vestimenta; conoce nuestras enfermedades y dolencias; le importan nuestras angustias y aflicciones, y nunca, NUNCA nos abandona a nuestra suerte. Nuestro esfuerzo diario siempre es bien compensado y cada pequeño gesto de amor y hermandad, se multiplica hasta el infinito.
Eso poquito que dejas en una canasta para Cáritas algún domingo, si no lo dejaras, no llegaría y, aunque sea poco, sin ese "poco" a alguien le faltaría aún más. Compartir los poco que tenemos, con la inocencia de ese niño que se acerca a Jesús con sus pocos panes y pescados, o con la inconsciente generosidad de ese desconocido de de Baal Salisá, es el pequeño gesto que Jesús espera para que a nadie le falte nada de lo que precisa. Aprender a compartir y a confiar en la "locura" de Dios, ese es el camino para llegar a esa sociedad en donde no haya más necesitados. Porque la única verdadera "crisis" es la de nuestro corazón tacaño e indiferente al dolor humano. 

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