1° Domingo de Cuaresma
Primera Lectura
Lectura del Libro del Deuteronomio
Moisés habló al pueblo, diciendo:
El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará sobre el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios:
«Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. Él nos trajo hasta este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, nos diste».
Tú depositarás las primicias ante del Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él.
Palabra del Señor, Deuteronomio 26, 4-10
mi di
Salmo responsorial
R/. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío». R/.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos. R/.
Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes. R/.
«Él se entregó a mí,
por eso yo lo libraré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré». R/.
Salmo 90, 1-2. 10-15
Segunda Lectura
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
¿Pero qué es lo que dice la justicia? La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él no quedará confundido. Porque no hay distinción entre los judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Palabra del Señor, Romanos 10, 8-13
Evangelio según San Lucas
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres el Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura:
El hombre no vive solamente de pan».
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró un instante todos los reinos de la tierra, y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá». Pero Jesús le respondió: «Está escrito:
Adorarás al Señor, tu Dios,
y a él solo rendirás culto».
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo, y le dijo: «Si tú eres el Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
Él dará órdenes a sus ángeles
para que ellos te cuiden
Y también:
Ellos te llevarán en sus manos
para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra».
Pero Jesús le respondió: «Está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios».
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se apartó de él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor, Lucas 4, 1-13
Las tentaciones de Jesús
En este primer domingo de Cuaresma, San Lucas nos relata en su Evangelio todas las tentaciones que debió enfrentar Jesús a lo largo de su vida para poder llevar a cabo la misión que Dios le encomendó. En este breve relato, resume magistralmente todo el enfrentamiento interior que tuvo con el demonio, esa astuta serpiente asechando siempre su talón y a la que, finalmente, le aplastó la cabeza.
Lucas nos cuenta que, lleno del Espíritu Santo, Jesús se aleja del Jordán y es conducido por el Espíritu al desierto, en donde permanece por cuarenta días en ayuno y oración. Pero, ¿qué estaba haciendo Jesús en el Jordán? Yéndonos un poco al capítulo anterior, vemos que Jesús había ido allí a ser bautizado por Juan; el Bautista había formado una pequeña comunidad de discípulos que convivían con él. Muchos escuchaban sus enseñanzas, permanecían un tiempo junto a él y luego del bautismo, volvían a sus vidas donde pondrían en practica todo lo aprendido del maestro; otros dejaban todo y adoptaban su misma forma de vida junto a él. Cualquiera fuera el caso, el bautismo solo llegaba luego de una convivencia con él y su significado era muy profundo: implicaba un total arrepentimiento de todo su pecado y el firme propósito de una vida al servicio de Dios, ya sea en la comunidad junto al Bautista, ya sea en su vida cotidiana. El bautismo de Juan era el signo de una profunda conversión del corazón que se materializaba en una vida justa y fraterna. A él acudían hombres y mujeres sencillos, de trabajo, pero también, prostitutas, enfermos, bandidos, publicanos y toda clase de pecadores (o lo que consideraba pecador el régimen implacable del Templo). A esta comunidad "marginal" se une Jesús y con ellos convive; de las enseñanzas de Juan, Jesús se nutre, y las medita a la escucha del Espíritu; allí, junto al Bautista y su comunidad de "pecadores", Jesús, harto, quizás, de las enseñanzas vacías de las sinagogas, encuentra el camino de su misión redentora. Y también en el final del Bautista entenderá cómo será la Redención que trae a este mundo.
Esta convivencia con Juan y sus discípulos despierta en Jesús todas las emociones de su corazón; necesita ordenarse, escuchar al Padre que le habla en lo profundo de su corazón, y por eso, se aleja de todo para encontrar, en el silencio del desierto, la guía del Espíritu Santo. Lucas se vale de la numerología del Antiguo Testamento para mostrar este proceso interior de Jesús; "cuarenta" significaba en el antiguo Israel un "cambio de etapa", un período de transformación, de gestación de algo nuevo. El ayuno y la oración era una búsqueda profunda de Dios, del destino que él tiene reservado para el hombre, algo muy común entre los antiguos profetas. Lucas presenta, entonces, a Jesús como el profeta que se entrega a Dios en busca de su designio, dejándose transformar por el Espíritu en la soledad del desierto. Y cuando ese proceso culmina y llega el momento de comenzar su misión aparece el demonio a tratar de torcer la voluntad divina, tendiéndole todas la tentantaciones posibles; nuevamente Lucas se vale de la numerología bíblica para graficar de manera sencilla, toda lucha interior de Jesús para no sucumbir frente al demonio. El "tres" significaba para los judíos el "todo", es decir, "todas las formas" en las que el demonio puede tentar a alguien, en este caso, a Jesús. Nosotros no somos ajenos a esas tentaciones, tampoco lo era la comunidad de Lucas, a quien dirige su Evangelio, y es por eso, que en la respuesta de Jesús a esas tentaciones encontraremos la forma de ver y contrarrestar el poder de Satanás.
Primera tentación: "Si tú eres el Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Hacía días que Jesús ayunaba, buscando un contacto más profundo con el Padre; tenía hambre y estaba en medio del desierto. Llegar hasta un poblado por alimento le llevaría, tal vez, horas o días caminando. No parece nada malo que, teniendo el poder, convirtiera una piedra en pan, sin embargo, esto que parece inofensivo, era una trampa: utilizar el poder dado por Dios para su beneficio propio; no se trataba de saciar el hambre, lo que Satanás le propone es utilizar el poder divino para someter a los demás, para esclavizarlo y atemorizarlos, y así, sacar su propia ganancia. En definitiva le estaba ofreciendo hacer lo que hacían los fariseos y reyes de su tiempo, desplegar todo su poder para someter a pueblos enteros; no es algo del pasado, también hoy nos someten sacerdotes y gobernantes con castigos divinos o planes sociales, por dar solo un ejemplo, y así, hablando en "nombre de Dios" o de la "justicia social", se enriquecen empobreciendo y esclavizando a todo un pueblo. ¿Qué responde Jesús? "El hombre no solo vive de pan". ¿De dónde saca esta respuesta? Deut. 8, 3: Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor". En efecto, responde con la palabra de Dios. El maná es un signo del poder de la providencia divina. Es difícil cuando se está pasando una necesidad apremiante, confiar en la providencia o protección de Dios, a veces hasta engañoso, porque esperamos el milagro que no llegará; pero ser fiel a los valores del Evangelio, a la justicia y al bien, nos hace sortear todas las dificultades posibles. Dios sabe cuanto necesitamos el techo, el alimento, el vestido, el trabajo, no lo hará faltar.
Segunda tentación: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Poder y riquezas. Todo pueblo necesita una forma de gobierno que lo organice y le permita una convivencia justa, esa es la función del Estado. Lo que el demonio le propone es el poder absoluto, la riqueza desmedida, tener a los pueblos sometidos y esclavizados, pretender se el dueño de la vida y la muerte, de la verdad, de la justicia, de la libertad. El imperio romano expandía sin piedad su poderío por todo el mundo conocido de entonces; fariseos, sacerdotes, nobles y reyes judíos se adaptaban a los caprichos del César para conservar sus privilegios y fortunas castigando a todo el que se revelase e infringiendo sobre el pueblo cargas brutales. Gobernar este sistema corrupto, que tan bien conocía, era lo que le ofrecía el demonio. Jesús responde: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Nuevamente, la palabra de Dios: "Teme al Señor, tu Dios, sírvelo y jura por su Nombre" Deut. 6, 13. También hoy estamos a merced de dictaduras en muchos de nuestros pueblos latinoamericanos. Algunas brutales, como Venezuela, otras vestidas de democracia, pero que buscan someter a todos con un pensamiento único que genere un partido político único y les garantice perpetuarse en el poder legitimándolo con el voto popular. Y la Iglesia, defensora de los pobres, adhiere a la supuesta "justicia social" que proponen para seguir manteniendo sus dádivas. Resistir a esta tentación de poder, que encima promete el bien común, demanda un profundo conocimiento de la palabra de Dios y una meditación intima con el Espíritu Santo; solo el Espíritu de Dios puede darnos la luz para ver a los falsos profetas y apartarnos de un fanatismo fratricida que tanto daños hacen a nuestros pueblos.
Tercer tentación: Frente a las respuestas contundentes de Jesús, astuto, el diablo intenta darle una cucharada de su propio caldo. Ahora la tentación se esconderá en la palabra de Dios, en los versículos 11-12 del salmo responsorial de hoy: "Porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra". La confianza en Dios nos vuelve a veces soberbios, todopoderosos, creyendo que podemos hacer cualquier cosa sin importar las consecuencias que tengan; en nombre de Dios creamos desde la Inquisición hasta grupos terroristas como Hammas, todo vale para nosotros, iluminados, que actuamos sin importar nada más, porque Dios "está con nosotros". Y sin el extremo del terrorismo, en nuestro hacer diario tentamos al Señor pretendiendo que solucione todos nuestros problemas como un sirviente atento a su amo, en lugar de asumir nuestra responsabilidad y hacer frente a la consecuencias de nuestros actos. No, con dos padrenuestros el asesino no revive a su muerto. Y nuevamente, Satanás se choca de frente con la palabra de Dios: "No tentarás al Señor, tu Dios" (Deut. 6, 16). Dios no está para complacer nuestros caprichos, ni para andar repartiendo milagros en templos carismáticos, con música pegadiza y alabanza estridente. Ser responsable de nuestra vida y de la demás, pensar antes de tomar decisiones que pueden perjudicarnos a nosotros o a los demás. En definitiva, se trata de cuidarnos los unos a los otros, como Dios nos cuida cada día.
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