Una voz grita en el desierto
Primera Lectura
Lectura del Libro del Profeta Isaías
Saldrá un rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces.
Sobre él reposará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
—y lo inspirará el temor del Señor—
Él no juzgará según las apariencias
ni decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles
y decidirá con rectitud para los pobres del país;
herirá al violento con la vara de su boca
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
la justicia ceñirá su cintura
y la fidelidad ceñirá sus caderas.
El lobo habitará con el cordero
y el leopardo se recostará junto al cabrito;
el ternero y el cachorro de león pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá;
la vaca y la osa vivirán en compañía,
sus crías se recostarán juntas,
y un león comerá paja lo mismo que el buey.
El niño de pecho jugará
sobre el agujero de la cobra,
y en la cueva de la víbora
meterá la mano el niño apenas destetado.
No se hará daño ni estragos
en toda la Montaña santa,
porque el conocimiento del Señor llenará la tierra
como las aguas cubren la mar.
Aquel día la raíz de Jesé
se erigirá como emblema para los pueblos:
las naciones la buscarán
y la gloria será su morada.
Salmo responsorial
R/ Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Concede, Señor, tu justicia la rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud. R/
Que en sus día florezca la justicia
y abunde la paz, mientras dure la luna;
que domine de un mar hasta otro,
y desde el Río hasta los confines de la tierra. R/
Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes. R/
Que perdure su nombre para siempre
y su linaje permanezca como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos
y todas las naciones lo proclamen feliz. R/
Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
Segunda Lectura
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos
Todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y el consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad a Dios, cumpliendo las promesas que él le había hecho a nuestros padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo enseñan la Escritura, cuando dice: Yo te alabaré en medio de las naciones, Señor, y cantaré en honor de tu Nombre.
Palabra de Dios, Romanos 15, 4-9
Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir el bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó escaparse de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de la sincera conversión, y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua para que se conviertan, pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno siquiera de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en el fuego inextinguible».
Palabra de Dios, Mateo 3, 1-12
Preparen el camino del Señor
Juan el Bautista anuncia al pueblo de Israel que el tiempo se ha cumplido y que la promesa, por tanto tiempo esperada, está en medio de ellos. El pueblo humilde de Israel había sido atravesado a lo largo de su historia por invasiones, guerras y persecuciones; vivían sobreviviendo en medio de injusticias y violencia, mientras sus autoridades, los pastores que debían velar por su bien por encargo divino —como ellos mismos se autoproclamaban—, buscaban acomodarse y enriquecerse entre invasor e invasor. Y cuando la esperanza de la llegada del Mesías comenzaba a desvanecerse, Juan proclama que se ha cumplido y que el Mesías está en medio suyo.
Ahora bien, no solo Israel tenía su fe en esa esperanza. Era Israel el que, a través de sus patriarcas y profetas había recibido la revelación divina de que llegaría un Mesías que traería la paz y la justicia al mundo, pero todos los pueblos hasta ese momento habían sufrido y soportado los mismos males que Israel; toda la humanidad estaba sumida en la injusticia, la avaricia y la crueldad de sus gobernantes; y todos esos pueblos habían guardado en su corazón la esperanza de que, en algún lugar existiera un "Dios" de los pobres, de los esclavos, de los perseguidos, de los humillados, que viniera a rescatarlos y cambiará la historia de la humildad. En todas partes surgían filósofos, líderes, sacerdotes y hasta adivinos, que denunciaban los abusos y crueldades de los poderosos, sus vicios y excesos, y luchaban, de mejor o peor manera, por la libertad y la justicia. En definitiva, toda la humanidad, en medio de tanto dolor e injusticia, clamaba al cielo por un Redentor, a ciegas, por caminos equivocados, sin tener un gran conocimiento, pero lo buscaban porque sabían que existía y no los iba a olvidar. Y no los olvidó, llegó y su amor y misericordia los abrazó a todos.
Esa misma humanidad hoy sufre guerras, tiranías, injusticia y violencia; piensa que aquel Cristo fracasó y todo sigue como miles años atrás. Pero sabemos que no. El Evangelio sigue tan vivo y efectivo como el primer día que lo pronunció Jesús; nos olvidamos de vivirlo, de predicarlo, pero su poder sigue intacto. El Mesías no se fue a una nube perdida en el universo y se olvidó de nosotros. Somos nosotros los que nos olvidamos de él, aún cuando camina a nuestro lado cada instante de nuestra vida. Es el tiempo de preparar el camino del Señor, de allanar sus senderos, de gritar en medio de la injustica: felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos (Mt. 5, 3) y vivir esa felicidad compartiendo lo mucho o poco que tengamos. Es tiempo de vivir, como aquellos primeros cristianos, cada palabra del Evangelio con la absoluta certeza de que es viva y transformadora, eficaz, y que no pasará de este mundo sin antes cumplir todo lo que el Padre le ha encomendado (Is. 55, 11)
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